lunes, enero 23, 2012

La televisión, el FBI y Alejandro Dumas

¿Cómo se unen estos tres temas en uno solo? Fácil, la palabra clave es venganza. Venganza (Revenge), es una serie de la televisión norteamericana que se emite en un canal de cable en Colombia pero que yo estaba siguiendo a través de un site que utilizaba los servicios de Megauploud, el negocio del hacker Kim Dotcom. Este servicio informático acaba de ser cerrado por el FBI, cuyos tentáculos, misteriosamente, llegaron hasta Nueva Zelanda. Toda una trama que podría haberle dado tema a don Alejandro Dumas padre, para escribir uno de sus folletines maravillosos.

Pero sigo.

Como decía yo estaba viendo la serie Revenge que de manera no muy velada se basa casi absolutamente en El conde de Montecristo. Una versión muy elaborada de la novela de Alejandro Dumas en la cual Edmundo Dantés es remplazado por su hija; el fastuoso París de 1836 es suplantado por la zona de los Hamptons, vecindario de New York, etc. y sus enemigos son financistas de Wall Street, abogados, congresistas, etc.

Y disfrutaba yo de mi serie (ya iba en el capítulo 14) cuando el FBI irrumpió en la red, clausuró Megauploud y ya no tuve cómo seguir viendo de manera pirateada la serie que en el canal de cable que se transmite en Colombia apenas va como en el capítulo seis.

Entonces, como ya no tenía heroína mental para atender mi dependencia del folletín decidí ir a la fuente, es decir, comencé a leer El Conde Montecristo en su versión original (sin recortes ni censuras del FBI) y caí en una adicción peor que la de la televisión. Es imposible comenzar a leer a Alejandro Dumas y no quedar cautivo de sus relatos.

No leía El Conde de Monstecristo desde hace décadas, creo que lo hice antes de tener diez años, y pensaba que no era necesario volver a leerlo porque guardaba en mi memoria todos esos momentos claves de la novela, la fuga del Castillo de If, la magnanimidad de Edmundo Dantés repartiendo joyas y dinero a su antiguo protector; su calculada venganza. Pero en realidad, aunque recordaba aquellas escenas inolvidables, no pude menos que caer de nuevo en las redes de la trama urdida por Dumas y su asociado Auguste Maquet, que no figura como autor, por razones comerciales. Alejandro Dumas padre, fue famoso por acudir a los autores al negro para construir sus vendedoras novelas. Más o menos llegó a tener una especie de oficina editorial con asistentes que le escribían gran parte de sus obras.

El Conde Montecristo es una novela plena de suspenso, de acciones terribles, de personajes crueles, o magnánimos o sorprendentes. Una ficción envolvente que sin embargo se basa casi en un cien por ciento en elementos reales. El marco histórico de la novela está absolutamente integrado a la trama. Sin Napoleón y sus viscisitudes políticas el argumento no tendría sentido. De hecho la desgracia de Edmundo Dantés está ligada al ascenso de Napoleón, su fuga de la isla de Elba y su llamado gobierno de los cien días. La buena fortuna de muchos de sus personajes está ligada a las variables políticas del reinado de Louis XVIII. Es una novela donde la vida política de las naciones (Francia e Italia) cumple una función fundamental.

Pero estos no son los únicos hechos verificables. Edmundo Dantés existió, se llamaba Francois Picaud. Era un curtidor originario de Nimes que hacia 1807 vivía pobremente cerca de la plaza de Sainte-Opportune en París. Picaud, pese a las diferencias sociales, consiguió enamorar a una dama de mejor condición que él generando la envidia de cuatro conocidos suyos que urdieron una trama criminal en su contra, acusándolo de espía al servicio de Inglaterra (en el momento en que Napoleón intentaba su expansión por toda Europa). Picaud cumplió varios años de cárcel y allí conoció a un prisionero que le reveló la existencia de un tesoro (igual que Dantés y el Abate Faría). Una vez afuera, Picaud se hizo al tesoro y planificó durante diez años una venganza en contra de sus malhechores.

Se dirá entonces que la ficción solo imita de manera pobre a la realidad. Pues no. Y aquí entra un ingrediente de la ficción que es fundamental. La verosimilitud. La ficción debe ser verosímil, mientras que la realidad casi nunca lo es. La realidad se cumple con lógicas tan absurdas a veces que resulta increíble. En cambio la ficción no se puede dar esos lujos. Ahí es donde entra en acción el talento de Alejandro Dumas (y la asesoría de Auguste Maquet, que además de escritor era un historiador especializado). Capaz de imaginar esos argumentos envolventes, mantener en suspenso al lector y enganchado hasta el siguiente capítulo, mediante el recurso de la elipsis, manipular la realidad, acomodarla a las necesidades de la creación; construir personajes profundos, incluso aquellos que aparecen solo tangencialmente; con unos diálogos inteligentes y bien elaborados. En ella se pueden sentir la presencia de los cuentos de Las mil y una noches (hay un personaje que se llama Simbad el marino), hay una escena que destaca el placer y la novedad de disfrutar de un extraño manjar llamado hachís. Sí, ese mismo, que produce alucinaciones muy bien descritas en la novela. Y así…

De hecho El conde de Montecristo se publicó a lo largo de año y medio en su primera versión de folletín. Era un texto largo. El libro, en cuartillas mecanografiadas, da unas setecientas páginas.

Obviamente este argumento ha sido llevado al cine y a la televisión muchas veces. Algunas mejor logradas que otras. Incluyendo esta versión más o menos posmoderna para televisión ambientada en “los Hamptons”. Una prueba de cómo algunos de esos libros que llamamos clásicos continúan vigentes; o bien porque sirven de inspiración a los guionistas obligados a mantener la atención de millones de telespectadores, o porque su calidad continúa intacta y pueden ser leídos con la misma atención e interés que causaron el primer día de su publicación.

No hay comentarios.: