miércoles, octubre 09, 2013

Lo que pasa con mis libros


Ya he mencionado, en este blog, que periódicamente visito colegios en diversas ciudades del país por encargo de la Editorial Panamericana que publica mis novelas para lector juvenil y mi libro de cuentos Cincuenta agujeros negros, títulos que circulan con alguna frecuencia entre aquellos lectores, es decir, estudiantes de quinto a grado once de educación básica.

En esas visitas observo mis libros en manos de sus lectores. En muchos casos, cuando se termina la conversación y comienza la sesión de firma de libros, encuentro toda clase de adornos en ellos. Ilustraciones con marcadores de colores, el nombre de la propietaria o propietario escrito en gran tamaño. A veces tengo desagradables sorpresas, como cuando me ofrecen para firmar un libro en evidente edición pirata.

Otras veces también aparecen los libros con pegatinas con temas que les son atractivos al estudiante. Muchas de ellos, la mayoría, son estampas más bien femeninas, con flores y unicornios y corazones o en todo caso motivos románticos. Otras veces, como estos ejemplos que incluyo en esta nota, sus autores se interesan en decorar el libro con temas más bien raros para estar en un libro de literatura, por ejemplo una estampa de Messi, o una mujer de voluptuosos pechos.

Cuando me encuentro estos casos pienso en el destino de mis libros en los colegios. Allí dejan de ser ese objeto sagrado que alguna vez fueron los libros firmados por mí. Como mi primer libro, esa masa de papel y cartón que reunía mis deseos de convertirme en escritor. Ahora son libros que viven y acompañan a sus propietarios y se integran a sus demás posesiones, sus colecciones de carros de juguete, sus guayos de fútbol, sus Barbies o sus proyectos escolares. Si además los leen, puedo sentirme más que satisfecho, entonces.

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