Ilustración de Wilo
El español como lengua escrita tiene mil años de existencia. Durante la conquista española de América –1492 a 1560 aproximadamente–, el castellano apenas tenía 500 años de existencia. En nuestra región, la que va del norte del Perú hasta la Guajira se hablaban centenares de lenguas que pertenecían a cuatro troncos principales: quichua, arawak, caribe y chibcha. Ninguna de ellas se escribía.
Este fue uno de los factores que les sirvió a los invasores para autoafirmar su superioridad cultural. La conquista se hizo a nombre de un libro, la Biblia, y a nombre del emperador romano que autorizaba el usufructo de tierras que nunca pisó. En esa época, el alfabeto era sinónimo de ser letrado, civilizado, la élite podía leer, en cambio los ignorantes eran educados mediante imágenes; por esa razón la eclosión del arte religioso del renacimiento: esa maravillosa pintura y escultura. Las imágenes eran el lenguaje para darles a conocer a los ignorantes la sabiduría de Dios, el temor al pecado (por ejemplo en los cuadros de El Bosco), el infierno y el paraíso.
Por eso, los civilizados conquistadores entre los cuales –a propósito–, sólo leían y escribían más o menos la mitad, consideraron a estas sociedades inferiores por no tener una escritura basada en el alfabeto. Era tal la importancia que daba la Corona castellana a la memoria escrita que en toda expedición iba un escribano que anotaba la bitácora del viaje y junto con el tesorero daba cuenta de los resultados económicos, culturales y geográficos de la expedición.
Sin embargo en América si había maneras de memorizar la vida espiritual de los pueblos. Se guardaba mediante grafismos, pinturas en tela, en cerámica, como figuras en oro y en algunas sociedades de recursos más complejos, mediante los códices aztecas y mayas y los tocapus incas que constituían una primera expresión gráfica en camino de convertirse en un lenguaje escrito.
Los dominadores y sus celebrantes ocultaron esto, destruyeron sus vestigios, los negaron porque era más cómodo construir una versión del salvaje que no sabía lo que tenía y por tanto era más fácil despojar. Entonces, la escritura se convirtió en una ventaja cultural, una diferencia entre lo salvaje y lo civilizado. Y esa ventaja cultural fue definitiva para consolidar el proceso de conquista y legitimación de lo conquistado.
El castellano no sólo sirvió para escribir El Quijote (a comienzos del siglo XVII), sino también para justificar, reafirmar y esconder las iniquidades cometidas durante el siglo XVI.
Sobre este y otros temas que ya he mencionado y voy a seguir mencionando en este blog, estamos trabajando con un equipo muy amplio en Colombia y Ecuador. Entre todos los que estamos ahí estamos preparando una serie de televisión de doce horas de duración titulada: A la conquista de la historia. Una serie en la que un equipo de rodaje adopta la forma y los compromisos de una expedición que se adentra en la jungla de las interpretaciones históricas, el diálogo con los especialistas, las dificultades económicas, los odios y los afectos que un proyecto como este suscita.
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