Algunos columnistas de la prensa colombiana se han referido al tema en muchas ocasiones: los anónimos comentaristas de la opinión periodística. Aquellos que firman como RVGz5 o cualquier seudónimo pensado para ser lo mas anónimo posible (como si no bastara).
Estos comentaristas son básicamente intolerantes con la opinión de la persona que firma la columna y con los otros comentaristas. Son como barras bravas virtuales que se agreden entre si.
Sin embargo, hay otros comentaristas que parecen obedecer a la misma mano que redacta pero que se presenta bajo diferentes seudónimos, muchas veces con un nombre reconocible, como para hacer creer que son muchas personas las que están en desacuerdo con el columnista cuando en realidad es la misma siempre. Para que su existencia sea posible, existen programas que facilitan la actividad de influir en la opinión pública.
Se trata de los programas de manejo de perfiles personales. Existen de muchos modelos y servicios, pero todos sirven para lo mismo. Ayudan a crear perfiles creíbles. Con estos programas una sola persona puede bombardear los foros de opinión, los periódicos en red, defender una gestión política o proteger la imagen de una empresa comercial, y dar la impresión de que se trata de muchas personas desde diferentes direcciones electrónicas.
Para los lectores habituales de columnas (soy uno de esos) en la prensa colombiana, es evidente que los columnistas, por inmensa mayoría están peleados con el legado del expresidente Uribe (falsos positivos, corrupción, chuzadas, y un largo eccétera); por eso cada columna de estas que navega como un pequeño tiburón en las aguas infestadas de orcas, lleva prendidas una serie de rémoras opinadoras que atacan con beligerancia las opiniones del columnista de turno.
A mitad del segundo mandato del ex presidente Uribe surgió una información que pronto fue diluida, pero que mencionaba la existencia de una oficina para manejar opinión publica. Esta oficina habría estado formada, en aquel entonces, por una empresa de comunicación de otro país, la Vicepresidencia de la República y un organismo con sede en Washington. ¿Su función? Generar rumores y ofrecer apoyo a la gestión de gobierno a través de la manipulación de encuestas, rumores, y opinión guerrilla. Es decir, me subo a un taxi y dejo caer una opinión de apoyo mas o menos razonada, el taxista la repite y así. Lo mismo con las columnas de opinión. Ya que los columnistas a favor son pocos mandemos un comando virtual que responda bajo la premisa de la promesa única: seguridad democrática y hay que acabar a la far, todo lo demás son detalles. Para lograrlo no se necesita un ejercito de empleados; con veinte personas circulando rumores como oficio ocho horas al día y salario mínimo es suficiente.
En la red es probable que una cantidad similar de comentaristas de pie de columna, con recursos informáticos adecuados que les permitan sortear los filtros de identificación IP, sean suficientes para hacer creer que existe un ejercito intelectual (es una manera de decirlo, porque el lenguaje que usan ofendería a un atracador callejero) defendiendo la causa del “presidente mas popular de todos los tiempos”, como les gusta repetir a estos matones virtuales.
Ahí están. Basta leer una columna que ponga en duda alguno de los muchos aspectos oscuros de los ocho años del “uribato” y verán surgir como fieras las palabras de estos comentaristas. El problema es que los programas de manejo de perfil solo pueden esconder el origen IP de los correos; pero la sintaxis los delata: no son muchos pero sí muy violentos.
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