Pero, poco más, porque el periodismo colombiano no tiene memoria y no le interesan los procesos culturales. Es como el pececito de colores encerrado en su jaula de cristal para el cual cada vuelta a la pecera siempre es nueva y sorprendente.
Tomás González |
Cuando se habla de un escritor, se necesita que este haya ganado un premio más o menos importante, o hecho una publicación que tenga alguna respuesta comercial. Hay nombres de escritores que por alguna de las dos razones mencionadas han logrado quedarse grabados en la memoria del pececito de colores. Más o menos todo periodista sabe quien es Hector Abad o Fernando Vallejo, quizá con alguna dificultad recuerda a Mario Mendoza y a Jorge Franco, con más dificultad a Miguel Torres, y de ahí en adelante se necesita que el escritor, como la foca amaestrada, haga su número publicitario para merecer la atención del pececito de colores.
Caso patético es el de Tomás González. Uno de los más serios escritores colombianos, autor de una consistente colección de novelas, cuentos y poemas. Un hombre serio y privado al que le cuesta relacionarse con los medios. Tal vez por eso cada vez que publica un libro se vuelve a leer la frasecita ridícula escrita en alguna parte: "uno de los secretos mejor guardados de la literatura colombiana".
Claro, el pececito de colores no tiene por qué saber que Tomás públicó unos pocos cuentos más o menos sorprendentes antes de que apareciera su primera novela, Primero estaba el mar. Por tanto tampoco recuerda que Tomás ganó en 1987 el premio de novela colombiana otorgado por la editorial Plaza y Janés a su novela Para antes del olvido, que en su momento fue reseñada por Enrique Santos Calderón en su columna Contraescape, lo que contribuyó a la consolidación pública de la novela de Tomás, como ya lo había hecho, un año antes, con la novela Rosario Tijeras de Jorge Franco.
Después de estas dos primeras novelas, Tomás continuó publicando persistentemente, y el pequeño mundo lector de Colombia así lo reconoció. Su obra se publicó en el resto del mundo de habla hispana, se tradujo, pero de eso no se enteró el pececito de colores. Por eso cuando Tomás publicó La luz difícil con gran éxito de ventas, volvieron a mencionarlo como "uno de los secretos mejor guardados de la literatura colombiana". Y lo seguirán haciendo hasta el final de los tiempos, o hasta que se rompa la pecera y el pececito de colores termine boqueando sobre el tapete interconectado de la Internet.
Después, por un breve momento, "uno de los secretos mejor guardados de la literatura colombiana" pasó a ser Evelio Rosero, cuando su excelente novela Los ejércitos, ganó el premio Tusquets de novela. Ahora el nuevo secreto mejor guardado es Pablo Montoya, quien acaba de ganar el Premio Rómulo Gallegos con su Tríptico de la infamia.
Pablo Montoya |
La desmemoria en la sociedad colombiana es reforzada permanentemente por el pececito de colores, que a cada vuelta de la pecera se sigue sorprendiendo por la nueva reina de belleza, los Pablo Escobar, los Diomedes, etc. Por todos esos fenómenos que la literatura supera y explica.
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