Habitualmente, leo con sumo placer la columna de Antonio Muñoz Molina en Babelia. Este domingo (o sea hace varios domingos) escribe sobre pasados y presentes lejanos. Se trata de los diarios escritos por diversos autores, a lo largo de los últimos trescientos años. El motivo, o la suerte de encontrarlos reunidos, es una exposición en Nueva York sobre el tema: El diario, tres siglos de vidas privadas. The Morgan Library Museum.
Los columnistas que escriben sobre temas culturales o literarios son un descanso en la prensa, pero no abundan los que realmente lo hagan bien. Bueno, hay que decirlo, tampoco abundan los buenos columnistas que hablan de politica, o de deportes. La inteligencia en la prensa escasea; corrijo, no la inteligencia, sino la discreción, la pertinencia.
Mas allá de lo atractivo que resulta lo que escribe o sobre lo que escribe Muñoz Molina, surge una reflexión. A veces los comentaristas culturales tienden a caer en una suerte de endogamia, o casi autocanibalismo al escribir para la prensa. Son esos columnistas que terminan hablando de sus propios libros, de sus conferencias, de sus sus y sus, cosas. O sea de aquellos temas que interesan principalmente a ellos mismos. Ser impertinente es una condición del columnista vanidoso que habla mas de si mismo que del mundo que lo rodea. Por eso resulta reconfortante ese tipo de columnistas culturales que, como Muñoz Molina, pueden contarnos algo fresco cada domingo sin necesidad de mirarse el ombligo.
Puede jugar a su favor el hecho de que Muñoz Molina viva y escriba desde Nueva York, puede ser, o también que sea un buen lector, un lector curioso que persigue los secretos de la escritura en cuanto asunto lee.
Esa tal vez sea la razón de sus aciertos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario