Foto de Judy Lynn |
Foto de Judy Lynn |
Pero son muchos los espacios que ha ocupado la imagen de Patty Smith. El año pasado, en una exposición titulada American cool, en la que se exponían cien rostros de la cultura norteamericana, estaba ella junto al inevitable Johnny Deep, Madonna, Bob Dylan, Ernest Hemingway, Fred Astaire y otros noventa y cuatro personajes.
Los criterios que le permitían a una persona ganar ese extraño privilegio de estar en la mente de la cultura norteamericana, además de aparecer en una buena fotografía estaban: "haber sido guiados por su visión original sobre el arte y estilo, ser parte de alguna rebelión cultural o haber transgredido en algún hito de la historia, tener un legado conocido y finalmente ser reconocido fácilmente". Criterios que Patti Smith cumple con sobrados méritos.
Foto de Judy Lynn |
Patty Smith sigue dando conciertos, pero también ha devenido en una importante escritora que nos recuerda que ese era su oficio original cuando aterrizó en la escena cultural neoyorkina apadrinada por Andy Warhol. Dos libros suyos, Just Kids de 2010 en el cual narra sus primeros años en la escena cultural neoyorkina daba cuenta de su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe autor de la icónica fotografía de la portada de Wild Horses. Más recientemente, otro libro suyo, M Train continuaba la saga de sus aventuras vitales.
Con Robert Mapplethorpe |
Toda esta actividad y su evidente matrimonio con la fotografía la han consagrado para la posteridad. En ese mundo digital poblado de selfies y vanidades rotas que es Instagram, Facebook y demás nichos de las redes sociales, la imagen perturbadora de Patty Smith es algo más que un gesto contra la banalidad. Es un retrato bandera de una generación, de una actitud que está más allá de su relación con el Punk o con el Rock o con Robert Mapplethorpe. Es uno de los rostros de la cultura Pop que identifican y definen este movimiento cultural de finales del siglo XX.
Foto de Robert Mapplethorpe |
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