No es que sea muy juicioso, pero voy al gimnasio cada vez que puedo. Desde que entro hasta que salgo, suena una música trance o house, lo que se supone le sube a uno la adrenalina para hacer ejercicio. A veces hago spinning con un grupo de gente que pedalea conmigo como si se le fuera la vida en cada pedalazo y todo el tiempo estamos impulsados por el bom bom del equipo de sonido. Bueno, a mí me va muy bien hacer spinning. También subo a mi bicicleta normal y recorro calles con ella y como vivo en una falda de montaña el spinning me ha enseñado a trepar montaña aprovechando mejor mi energía. Pero en esta nota no se trata de que hable sobre las virtudes del deporte sino sobre la música que ponen en mi gimnasio (y por extensión, supongo) en todos los gimnasios.
Yo no sé si es que no conozco lo suficiente de música house o trance, o lo que sea el sonido típico de la discoteca actual, pero me parece que el ochenta por ciento de la música que escucho en el gimnasio es interpretada por Lady Gaga. Y la que no es interpreptada por ella está llena de efectos discotequeros. Un bajo que retumba por todas las venas mientras uno suda y da pedalazos o trota en la cinta, o patonea en las escaladoras. Son mezclas caprichosas con las cuales los instructores marcan los ritmos del ejercicio. Dos minutos de Lady Gaga para subir, tres minutos de Lady Gaga para hacer fondo. Cuatro minutos de música indefinida para descansar.
Estos gustos musicales de los intructores de gimnasio están creando una extraña deformación en mi personalidad. Me han llevado a identificar el ejercicio
con lentejuelas y zapatos de tacón extragrande. Por eso, a veces, veo
fotos de Lady Gaga y, como un ratoncito de laboratorio, ya me dan ganas
de comenzar a correr en la cinta de ejercicio.
2 comentarios:
Maestro Rubiano : No es (mi gimnasio) suyo de él, más bien al gimnaasio al que asisto y gimnasio por gimasio y gimasios?
Gracias por las correcciones.
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