El siguiente es el prólogo a la biografía Jack London, Los caminos del agua, que hice sobre este escritor que acompañó mi infancia con sus cuentos y novelas. Edición 2019 de Panamericana Editorial.
Jack London es un escritor conocido gracias a que algunas de sus novelas se convirtieron en títulos fundamentales y continúan editándose: Colmillo Blanco o La llamada de lo salvaje, así como por un grupo de cuentos que resultan esenciales para la moderna narrativa norteamericana. En aquellas páginas describió el mundo del Klondike y la fiebre del oro en Alaska; historias urbanas, habitadas por personajes derrotados, suicidas y gente empobrecida. Son legendarios sus relatos que narran aventuras extraordinarias en el hielo canadiense, en largas sagas de navegación o en las islas del Pacífico Sur. Durante toda su vida sintió una enorme fascinación por los barcos. A los doce ya era un marino competente que podía navegar solitario por la bahía de San Francisco y a los quince era el “príncipe de los piratas de ostras” de la bahía. Fue apasionado lector de los relatos de Washington Irving y Herman Melville así como de los libros de viaje del capitán Cook. Toda la vida vivió rodeado de lobos y tiburones. De luchadores y perdedores, habitantes del agua y del hielo. Ese fue el mundo que describió.
Jack London probablemente sea el primer ejemplo del escritor contemporáneo, el modelo a imitar por su fascinante vida personal; aquel que experimenta primero sus historias antes de narrarlas. Vivió apenas cuarenta años, durante la mayor parte de los cuales estuvo viajando, a veces como vagabundo en los trenes, otras corriendo por los senderos del Klondike detrás de una caravana de perros huskies, o navegando en pequeños botes de pesca o en enormes veleros con los cuales recorrió la mitad de los mares del mundo y muchos de los grandes ríos de Estados Unidos. Hizo toda clase de trabajos, desde vocear periódicos hasta cernir oro. Desde escritor de libelos políticos a cronista deportivo y corresponsal de guerra. Probablemente su existencia fue equivalente a la vida de tres hombres de temperamento muy activo. El mismo año de su muerte, después de tres de grave enfermedad, publicó tres libros. Prácticamente publicó un promedio de tres libros entre 1902 y 1916. Póstumamente aparecieron cuatro más. Esto demuestra su impresionante vitalidad y su poderosa disposición para el trabajo literario.
Durante sus viajes escribía. Escribía a bordo de los barcos en los que navegaba; escribía apoyado en los arrumes de leña en los bosques cubiertos de nieve de Alaska donde vivió como minero; escribía en su casa, temprano en la mañana; escribía todo el tiempo que no estaba escuchando historias o viviendo sus propias aventuras. Sobrevivió a tormentas de nieve, a un huracán en las costas del Japón y a la desnutrición en su infancia. De hecho en su juventud sufrió por la falta de proteína en su alimentación, desde entonces tuvo una obsesión por la carne que se manifestó en muchos de los cuentos que escribió y sobre todo en Por un bistec. En las buenas y en las malas vivió siempre con una pluma en la mano y una historia por contar en la cabeza.
Una muestra de su efectividad al momento de escribir es Martín Adan. Comenzó a escribir esta novela, de una extensión aproximada de cuatrocientas páginas, a bordo de su barco Snark en Honolulu en el verano de 1907, digamos hacia agosto. La concluyó en febrero de 1908; es decir, después de poco más de seis meses de trabajo. La publicó por entregas en la revista The Pacific Monthly entre septiembre de 1908 y septiembre de 1909. Poco después apareció en forma de libro. En el caso del periodismo fue aún más eficiente. Escribió La gente del abismo, un libro de periodismo literario, a medida que investigaba su contenido. Tardó tres semanas investigando y otras tres para componerlo completamente.
Su principio vital fue vivir intensamente, leer mucho y ser muy eficaz a la hora de escribir. Para cumplir este programa de vida dormía apenas cinco horas y media al día y escribía al menos mil palabras cada mañana, temprano. Por eso su credo rezaba así:
Preferiría ser cenizas que polvo. Preferiría que mi chispa se quemara en una llamarada brillante a que se extinguiera por el deterioro. Preferiría ser un meteorito soberbio, cada átomo de mí brillando magníficamente, que un planeta permanente y adormecido. La función propia del hombre es vivir, no existir. No voy a desperdiciar mis días tratando de prolongarlos. Voy a usar mi tiempo.
Y de la manera más provechosa posible usó su tiempo.
Con algunos retoques, la cuarta edición de Alquimia de escritor está disponible, esta vez en la plataforma de Kindle. Antes fue publicado por Intermedio Editores de Bogotá (1991), Colección
Luna de papel (Campaña Nacional Eugenio Espejo por el libro y la lectura, 2006), Quito, Ecuador. Icono Editorial, Bogotá, 2006.
Como no tengo mucho que decir sobre este libro, prefiero que sean las palabras de otros, en sus comentarios de prensa, las que lo recuerden.
La palabra Alquimia nos refiere también a la magia, a la longevidad, a la posibilidad de convertir algo vulgar en algo precioso: a la poesía, en suma. Y Alquimia de escritor es una pequeña biblia, una colección de textos hallados después de mucho bucear en otros libros, evidentemente en busca de un tesoro.
Margarita Valencia
El Tiempo, Bogotá.
Este libro reúne citas alrededor de temas como el estilo, las manías, las preferencias, la fama y la crítica. Citas entrelazadas con la coherencia suficiente para semejar estas páginas a una mesa redonda de carácter informal. Tan informal, que vivos y muertos hablan en presente.
Revista Semana, Bogotá.
Alquimia de Escritor es como Rubiano dice "el libro que todos han querido hacer". Y tiene razón, su lectura provoca agregar algo. Este libro es el resultado de años de lectura y la confirmación de las creencias literarias de su autor a través de las palabras de otros escritores. Es la manifestación de esa manera tan sabrosa de vivir que es escribir.
Patricia Ruan
La Prensa. Bogotá.
Este texto es también una manera de acercarse a cada escritor y a su pensamiento. De leer o releer a los amados, a los no tan queridos, a quienes no son indiferentes, a los pedantes, o a los antipáticos para de repente sentir que no lo son tanto, y a los desconocidos para conocerlos. Leer estas citas es una manera de desmitificar a los escritores, o la literatura, o el oficio, o, por el contrario, de subirlos a sus pedestales.
Dora Cecilia Ramírez
Boletín Cultural y Bibliográfico (Biblioteca Luis Ángel Arango)
Allí están en la «Alquimia de Escritor", al mismo tiempo, todos los temas que usted quisiera saber de los escritores, resueltos, a veces, de modo desconcertante. Rubiano ha optado por la forma más frecuentada de vulgarizar el conocimiento: los libros de citas. Pero ha hecho un libro de citas que también puede ser un episodio en esta agonía del final del milenio, en que la escritura, el libro, se vuelve sobre su propia soledad y su torturado cuerpo, y recoge, a través de las citas, lo mejor de su fragmentada memoria.
Javier Ponce C.
Diario Hoy, Quito.
Cada capítulo de este libro se abre con una breve introducción del compilador, que sumadas a las apostillas introducidas aquí y allá, en cursivas y entre los textos extractados de mil lecturas, y a las citas que hace de sus propios artículos firmados con el extraño seudónimo de Patricia Campbell, constituyen a su vez un interesante discurso sobre el mismo tema. El discurso de un hombre que ha intentado descubrir los secretos de esa alquimia capaz de producir la piedra filosofal de la literatura. (…) Y no solo es apasionante ese hecho manifestado en este libro, producto de una buena idea y de un trabajo minucioso, sino que sus páginas resultan también útiles para todo el que se interesa por las letras, en la medida en que asiste al testimonio de las figuras principales de la literatura universal sobre su oficio. Como dice el mismo autor "este libro no enseña a escribir, pero tal vez si enseña a leer de otra manera".
Rodrigo Villacís
Diario Hoy, Quito
Este libro se lee rápidamente y se digiere al revés. El autor, coleccionó frases salidas inclusive en periódicos, muestra lo que piensan escritores sobre su oficio, la técnica de escribir, la poesía, la prosa, el periodismo, la vida privada, el cine, el estilo, la nostalgia. Hay frases para la manchette de los periódicos y reflexiones profundas que confirman que los escritores sí analizan la metafísica de su oficio y la relación que tienen con él.
El Tiempo, Bogotá
Alquimia de Escritor es como dice su autor: "el libro que todos han querido hacer". Y tiene razón. Su lectura provoca agregar algo. Sin embargo si se lee con cuidado vemos que no le caben más "vainas a ese rollo": todo por que Rubiano está presente en cada frase y cada espacio entre frases. Él es el conductor de un diálogo entre Faulkner, García Márquez. Vargas Llosa, Eco, Capote, Borges y hasta Hitchcock. Ese es su gran mérito.
El Espectador, Bogotá
Esta es la obra de un lector/fotógrafo que ve para saber. Y después contar. No es un manual o recetario: es una cámara que nos invita a ver el otro lado de la montaña, lo que oculta la niebla.
Álvaro Castillo Granada
Presentador del libro en Bogotá