Esta novela está escrita en clave autobiográfica aunque no pretenda serlo. El profesor Esteban comparte con el autor algunos gustos personales: vivir en el campo por ejemplo, o la práctica del yoga. No sabemos mucho sobre la vida personal de Tomás González; es un escritor que habla poco de sí mismo. Lo que sí sabemos es que su personaje también comparte con él esa mirada irónica sobre los asuntos de la realidad.
Las noches todas se puede leer como una meditación sobre la vejez. En ella el profesor Esteban abandona su vida en la ciudad y se pasa a un pueblo cercano, compra una propiedad y decide hacer un jardín en el cual invertir el resto de sus días. Tiene sesenta y siete años cuando comienza y le darán los ochenta en las mismas, viviendo las noches todas en su tránsito hacia la muerte. Lo acompañan en ese recorrido una joven instructora de yoga, un taxista, un librero, un mal vecino y otros secundarios que apuntalan a esta irónica novela.
El jardín en el que el profesor Esteban se encuentra empeñado es su manera de resolver sus demonios, pero también una metáfora sobre los esfuerzos arificiales en los que se embarca la gente para dar sentido a sus vidas. “Parecía una selva, sí, pero como pensada para un estudio de cine. Era como si los insectos que entrarán en ella se volvieran de cartón al cruzar la frontera y siguieran volando ya muertos”.
Soy de los muchos lectores que gustan de la obra de Tomás González. Lo leo desde que publicó sus primeros cuentos cuando estábamos en la Universidad. Sin embargo no puedo dejar de mencionar que esta novela –tal vez debido al tono socarrón en el que está escrita– tiene pasajes algo repetitivos. Pero aún así recomiendo su lectura, creo que los buenos momentos que se pasan en ese jardín con Aurora, la instructora de yoga, superan con creces aquellos pasajes dudosos.
Comentario publicado en la revista Mundo Diners, de Ecuador. Marzo de 2019.
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