Pasó diciembre con su alegría... y la presión comercial para que vayamos de compras. Y pues, fui de compras. Visité muchos negocios entre ellos algunas librerías grandes como la Lerner, o la Panamericana y pequeñas y desordenadas, dedicadas a la venta de libros descontinuados, o libro de segunda. Y allí me di gusto.
Uno de los mitos en Colombia, donde los indices de lectura son bajos, es que los libros son caros y por eso no se lee. Esto último es totalmente cierto: se lee poco, pero no por falta de libros sino de formación. La educación en Colombia no forma para la comprensión de las ideas sino para la repetición de información. Por eso una gran mayoría de bachilleres colombianos son prácticamente analfabetos. Leen pero no comprenden totalmente lo que leen, lo cual genera un obvio rechazo hacia el acto de leer. Por eso les cansa la lectura. Es una ocupación árida de la que poco obtienen.
Otra verdad es que los libros son caros. Sin embargo los lectores tenemos muchas alternativas. La Biblioteca Luis Angel Arango, en sus sucursales de Bogotá y del resto del país, ofrece una rica colección de literatura. Y si uno quiere leer un libro que no está todavia en el fondo de la bilblioteca, uno lo pide y en un plazo prudente, el libro llega. Están también las sedes de la red de bibliotecas de Bogotá. Las bibliotecas municipales (Conozco muchas a lo largo y ancho de Colombia y sé que hay aceptables posibilidades de conseguir buenas lecturas).
Pero si uno, además de leer, gusta de coleccionar libros para hacer bibliotecas personales, las librerías de viejo o de libro descatalogado por las editoriales, son un espacio donde con algo de paciencia se pueden minar muy buenas lecturas.
En una de esas búsquedas decembrinas, por ejemplo, pude conseguir varias cositas. Puedo mencionar el Curso sobre el Quijote, de Vladimir Nabokov ($14.000, unos US.7.00), también un libro raro, titulado Una temporada con Marcel Proust, de René Peter, por solo siete mil pesitos (Menos de US 4.00). Y así, sucesivamente, compré a precio de saldo novelas de Benjamin Black (John Banville), Doris Lessing, y otros autores, todo por muy pocas monedas.
Pero bueno, solo quería subrayar que quizá el libro nuevo puede ser caro (de hecho mi mujer me regaló Bloody Miami de Tom Wolfe y pagó por él lo mismo que yo pagué como por seis libros de rebaja); pero el libro de oferta es muy barato. Así que leer es cuestión de ganas, no de falta de dinero.
Este artículo, del siquiatra e investigador en farmacología Solomon H. Snyder, me parece una buena contribución al debate acerca del papel de la marihuana en la medicina moderna, ahora que estamos cada vez más cerca de su legalización. Como lo señala el autor, la marihuana fue desechada, en las investigaciones médicas, frente a la heroína y otras drogas sintéticas, por razones anticientíficas y más bien por motivos políticos y comerciales. La marihuana es prácticamente un arbusto que se reproduce en cualquier parte, mientras que la planta del opio es controlable y generaba en el siglo XIX mucho dinero por su comercio y los impuestos consiguientes. Las mismas razones (o sinrazones) que llevaron a su prohibición mediante la Marijuana Tax Act de 1937. Antecedente legal directo de la actual (e inútil) guerra contra las drogas. Este texto, extraido del libro Usos de la marihuana, publicado en 1971, fue traducido por Nicolás Suescún y divulgado por la revista ECO # 155. Existe una edición en español del libro, de 1975, que se encuentra en la Biblioteca Luis Angel Arango.
Por Solomon H. Snyder
En una época, en los Estados Unidos, el extracto de cannabis se utilizaba con fines médicos tan corrientemente como se usa hoy en día la aspirina. No solo era un remedio patentado sino que se podía comprar sin prescripción médica. Los médicos lo recetaban para el tratamiento de una gran cantidad de dolencias, entre otras la jaqueca, las hemorragias menstruales, la ulcera, la epilepsia y las caries.
¿Por qué sabemos tan poco de esta amplia utilización de la droga? ¿Se debió su perdida de respetabilidad a razones medicas validas? ¿O son solo las restricciones legales las responsables de este dramático cambio?
La medicina occidental no sabia nada sobre la marihuana, o cannabis, antes de 1839, año en el que W. B. O’Shaughnessy, un medico irlandés de treinta años que practicaba en la India, publicó un articulo de 49 paginas sobre la droga en los Anales de la Sociedad Medica de Bengala.[1] La precisión con la que se ha logrado determinar la introducción de la droga en la medicina europea es en sí un hecho notable, ya que la mayor parte de los remedios, generalmente originados en la medicina popular, se infiltran gradualmente en la medicina y carecen de un descubridor o popularizador conocido. O’Shaughnessy era investigador, farmacólogo clínico y prácticamente al mismo tiempo, combinación bastante rara hoy en día, estudió la literatura sobre el uso de la cannabis en la medicina hindú: una tradición de 900 años. Hombre cauto, sin embargo, no se sintió satisfecho con el extenso registro que garantizaba su seguridad, y llevó a cabo una serie de experimentos en animales para caracterizar sus efectos y determinar las dosis en que debía ser administrado. Encontró que la cannabis era muy segura con los animales, siendo esta una propiedad que ha sido confirmada una y otra vez. De hecho, no pudo matar ningún ratón, rata o conejo por mas que aumentó las dosis.
Hoy se sabe que la cannabis es una de las drogas menos letales. O’Shaughnessy le recetó la droga a pacientes con ataques, reumatismo, tétano y rabia. Sus hallazgos mas claros fueron que la cannabis aliviaba el dolor, relajaba los músculos y era antiespasmódica.
Los hallazgos de O’Shaughnessy despertaron el interés de muchos clínicos europeos y pronto empezaron a aparecer descripciones de los efectos de la droga en las revistas medicas de la época que la prescribían para una gran cantidad de dolencias, tales como los retortijones menstruales, el asma, la psicosis de parto, la angina, la tos, el insomnio, la jaqueca, la desintoxicaron de narcóticos y el baile de san vito. Un investigador resume así sus empleos:
Actúa como soporífico o agente hipnótico que propicia el sueño; antiespasmódico para disminuir la tos y los calambres; calmante para las irritaciones; estimulante nervioso que elimina la languidez y la ansiedad; también hace subir la presión arterial y anima el espíritu, sin ningún perjuicio o inconveniencia indirecta o incidental; y propicia un reposo tranquilo sin causar nausea, constipar o indigestar; sin dolores de cabeza o estupor.[2]
No se deben aceptar sin precauciones tan encendidos respaldos a la droga. La “languidez y la ansiedad”, por ejemplo, se alivian fácilmente con sugestión y una pastilla azucarada. Pero los testimonios positivos de la profesión medica no eran aislados. En su popular texto, Métodos Terapéuticos prácticos, Hobart Hare, profesor de medicina del Jefferson Medical College de Filadelfia, hace la siguiente descripción:
La cannabis es muy útil para aliviar el dolor, en particular aquel que depende de molestias nerviosas; produce sueño; es gran alivio de la parálisis y ayuda a calmar los temblores… se emplea para los espasmos de la vejiga causados por la cistitis o los nervios; se emplea en los jarabes para la tos y no constipa ni deprime el sistema nervioso como la morfina.[3]
El tratado de Terapéutica de Wood decía que: “La cannabis indica se emplea principalmente para aliviar el dolor, especialmente el de carácter neurálgico, aunque también calma dolores de origen orgánico. Es igualmente útil para calmar estados de nervios y malestar general, como la neurastenia, y para aliviar los últimos malestares que acompañan a las enfermedades mortales, sobre todo la tisis avanzada… Se emplea como somnífero ligero.”[4]
En el siglo diecinueve la fuente mas importante de la cannabis para uso médico era el extracto de cáñamo que se importaba de la India. Como la India era una colonia inglesa, los médicos británicos fueron los responsables de las primeras exploraciones sobre la aplicación médica de la droga. Sucedía esto, naturalmente, mucho antes de nuestra era de superespecialización así que los médicos tenían que investigar por su cuenta y tratar a pacientes con una gran variedad de diagnosis. Uno de estos virtuosos de la medicina fue J. Russell Reynolds, un médico de la reina Victoria, quien evaluó cuidadosamente la cannabis durante un lapso de treinta años. Lo impresionaron particularmente sus propiedades para calmar el dolor. “He hallado que el cáñamo hindú es la mas útil de todas las medicinas para las enfermedades dolorosas; y especialmente en aquellos casos hoy relegados al orden ‘funcional’.”[5] Particularmente interesante en su observación de que la droga era especialmente útil contra los dolores funcionales, es decir, aquellos que agravan elementos emocionales o psicosomáticos. Quizás la cannabis podía aliviar los dolores “nerviosos” porque descargaba las inhibiciones neuróticas y tenia un efecto ligeramente sedativo y eufórico. Al obrar en forma parecida, el Fiorinal, un barbitúrico ligero combinado con aspirina y cafeína, constituye el remedio moderno mas efectivo contra los dolores de cabeza causados por la tensión. Reynolds recomendaba la cannabis especialmente para la jaqueca: “Son innumerables los pacientes con jaqueca que han alejado el dolor durante muchos años tomando cannabis al sentir los síntomas o al empezar el ataque.” En forma parecida, la prestigiosa revista inglesa, The Lancet, declaraba en una de sus crónicas sobre las terapias útiles que: “El cáñamo hindú es el mas valioso remedio conocido para el tratamiento del dolor crónico de cabeza.”[6]
Los dolores de la jaqueca postran hasta tal punto a las personas que, fuera de aliviar su agudez importa tratar de prevenir ataques futuros o por lo menos reducir su frecuencia e intensidad. En la medicina moderna dos clases diferentes de drogas sirven para estos dos fines. Los derivados del ‘Ergot’ como la ergotamina, alivian las jaquecas agudas, mientras el metisérgido (Sansert) –que es, curiosamente, pariente cercano del LSD– se usa para prevenir dolores de cabeza futuros. Existen indicios de que la cannabis puede llenar ambos papeles. Hobart Hare concluye que: “El cáñamo es el agente mas activo contra las jaquecas fuertes y para la prevención de nuevos ataques… He visto cómo eran tratados exitosamente casos muy severos y difíciles de jaqueca con esta droga, no solo para los ataques sino como profiláctico.”[7] Hare también encontró pruebas de que los efectos tranquilizantes de la cannabis pueden contribuir a su valor:
Mientras esta notable droga alivia el dolor se manifiesta una curiosa condición psíquica, o sea que la disminución del dolor parece deberse a que se pierde en la distancia de tal modo que el dolor va desapareciendo, así como desaparecería el dolor en un oído delicado si se fuera alejando del alcance del oído el tam-tam de un tambor. Este estado probablemente esta relacionado con otros síntomas menos conocidos de la droga, tales como la prolongación del tiempo.
Los calambres menstruales son una clase de dolor que se puede aliviar con una medicina que sirva especialmente para los dolores nerviosos, por que su relativa agudez está posiblemente determinada por factores emocionales. Y, efectivamente, la cannabis fue ampliamente utilizada durante el siglo diecinueve, y los médicos pronto descubrieron que hacia disminuir las hemorragias menstruales o menorragia. Sus éxitos fueron espectaculares. John Brown, por ejemplo, informo en el British Medical Journal que: “El Cáñamo es el especifico indicado para la menorragia, ninguna medicina ha dado mejores resultados; debe emplearse por esta razón en el primer lugar entre los remedios para la menorragia… los fracasos son tan escasos que me atrevo a calificarla como específico para la menorragia.”[8] Aún mas tajantemente, Robert Batho, afirmaba en el mismo órgano que: “La cannabis es par excellence el remedio contra la menorragia… tan grande es su virtud para controlar la menorragia que es de gran ayuda en el diagnostico de casos en los que no se sabe si ha ocurrido un aborto.”[9]
Para que se pueda usar en un diagnostico la receptibilidad hacia una droga esta tiene que ser en extremo segura. La explicación de por que la cannabis hacia disminuir las hemorragias menstruales con tanta regularidad permanece en el misterio.
Igual a los actuales calmantes narcóticos como la deína, la cannabis se usó frecuentemente para controlar la tos. Hoy en día esta no parece ser un área importante de la terapéutica, pero en el siglo diecinueve, cuando la tuberculosis mataba mas hombres y mujeres que cualquier otra enfermedad, y causaba gran debilidad al simplemente provocar una tos incesante y rebelde, cualquier medicina que pudiera aliviar la tos era una bendición.
Como la cannabis fue introducida en una época en que los opiáceos eran libremente recetados y por la tanto la adicción era mas generalizada, fue apenas natural que se la ensayara a manera de complemento en la desintoxicación del opio y otras drogas que causan dependencia, como también el alcohol y el hidrato de cloro. Edward Birch, por ejemplo, informaba así en The Lancet:
Estoy satisfecho con su inmenso valor para desintoxicar a los pacientes del opio y el hidrato de cloro… lo que más me impresionó fue la virtud de la droga para hacer disminuir el apetito del opio o cloro y para restaurar la habilidad de apreciar la comida… Receté la cannabis simplemente con la intención de utilizar una medicina conocida contra el insomnio, pero sus efectos fueron mucho mas allá de la simple conciliación del sueño.[10]
El valor potencial de la cannabis en la desintoxicación de pacientes alcohólicos o que dependan del opio fue descubierto de nuevo cincuenta años mas tarde en el curso de la intensa investigación sobre el problema de la marihuana en la ciudad de Nueva York que auspició el alcalde Fiorello La Guardia. Se encontró que al sustituir la heroína por la cannabis. “Los síntomas de la desintoxicación fueron o aliviados o eliminados con mayor rapidez. Los pacientes se sintieron mas tranquilos y optimistas, su condición física fue restaurada mas pronto y expresaron deseos de volver a sus ocupaciones habituales.”[11] Cuando Rogers Adams aisló de tetrahidrocannabinol,[12] también se ensayaron, aunque con resultados equívocos, para el alcoholismo y la dependencia de la heroína.[13]
¿Por qué razón sirve la cannabis para facilitar la desintoxicación del opio y del alcohol? Su utilidad quizá esté relacionada con sus efectos de droga tranquilizante y contra la ansiedad. Los tranquilizantes como el Librium y el paraldehído también se utilizan para la desintoxicación alcohólica, sobre todo para el delirium tremens. Al revisar los informes sobre el uso de la cannabis en la desintoxicación narcótica o alcohólica, salta a la vista la sugerencia de los investigadores de que además de disminuir el ansia por el agente narcótico, la cannabis siempre parecía tener un efecto tónico general pues mejorada el estado físico del paciente, le infundía animo y aumentaba su apetito.
En el primer informe de O’Shaughnessy sobre los empleos médicos de la cannabis se cita su eficacia para controlar las convulsiones. En ese tiempo se echaban en un mismo costal convulsiones de origen patológico muy diferentes. Hoy en día la epilepsia se puede considerar aparte de las otras causas de convulsiones. Hubo, pues, informes sobre el empleo de la cannabis en el tratamiento de la corea que resulta de la fiebre reumática, en la que los movimientos violentos de los brazos, la danza de San Vito, se parecen a las convulsiones epilépticas. [14] Sin embargo su posible utilidad para la epilepsia no fue examinada hasta que el examen rutinario de muchas sustancias químicas para encontrar sus propiedades antiespasmódicas con animales sugirió que el ingrediente activo de la cannabis sintetizado por Adams podría tener propiedades antiespasmódicas.[15] Basados en esto, Davis y Ramsey ensayaron algunos análogos del tetrahidrocannabinol con niños epilecticos.[16] En esa época, a fines del 40, los ataques convulsivos de la mayor parte de epilépticos se podían controlar con Dilantin o fenobarbital, que aún siguen siendo las principales drogas antiepilépticas en la practica medica. Para tratar de evitar el uso de un dudoso agente nuevo con niños que podían ser tratados con drogas adicionales, Davis y Ramsey escogieron a cinco niños epilépticos hospitalizados cuyos ataques no podían ser controlados con fenobarbital, Lilantin o alguna combinación de las dos. En contraposición, con tetrahidrocannabinol, dos de los tres niños prácticamente no tuvieron mas convulsiones mientras que los otros tres ni mejoraron ni empeoraron respecto al tratamiento anterior.
Es notable que muchos de estos informes médicos nunca mencionen las propiedades intoxicantes de la droga. Rara vez, o casi ninguna, hay indicios de que los pacientes debió de haber cientos de miles que tomaron cannabis en Europa en el siglo XIX se “trabaran” o cambiaran su actitud hacia el trabajo, el amor, sus semejantes o su patria. Es muy importante que las plantas se cannabis cultivadas hace cincuenta u ochenta años fueran diferentes de las que se cultivan en la actualidad. Probablemente la diferencia dependa de la expectativa del paciente. Cuando la gente consulta a un medico sobre alguna enfermedad espera un tratamiento específico no “trabarse”. Las investigaciones mas recientes indican que los efectos mentales de la cannabis dependen en gran parte de la expectativa del sujeto. Cuando hablamos de la expectativa del paciente, pensamos en los efectos de la sugestión por parte del medico, que, sin la droga, puede tener efectos terapéuticos válidos. Esto sucede sobre todo con los dolores nerviosos. Por lo tanto, los entusiastas informes sobre la cannabis en cuanto remedio deben ser interpretados con cuidado hasta que los resultados sean confirmados por investigaciones modernas a prueba de sugestión.
Como la cannabis se empleó en el siglo XIX como analgésico y tranquilizante y como el opio era en ese entonces la droga mas generalizada para estos fines, es apenas natural que muchos informes médicos sobre la cannabis se hayan concentrado en la comparación de las virtudes e inconvenientes de las dos drogas. Una de las características de mas valor en la cannabis, muy clara para los médicos decimonónicos y todavía confusa ante los ojos de la oficina de narcóticos de los Estados Unidos, es que su uso prolongado no origina el desarrollo de la tolerancia (es decir, el aumento de resistencia a la droga que obliga a aumentar la dosis para producir los efectos originales) ni causa de dependencia física. Este hecho fue comentado una y otra vez en el siglo XIX, fue confirmado por la investigación medica y sociológica del comité La Guardia, y ha sido comprobado en los estudios de los tres últimos años que usaron tanto la cannabis cruda como el THC.
Además, los productos de la cannabis con mucho menos tóxicos que los opiáceos. Estos, incluidas la morfina y la heroína, pueden matar al comprimir los centros respiratorios del cerebro con dosis, apenas un poco mas grandes que las dosis terapéuticas usuales. En cambio, el carácter toxico mínimo de la cannabis que fue demostrado por O’Shaughnessy ha sido comprobado una y otra vez.
¿Pero cuales son sus efectos en las funciones vegetativas del cuerpo? Los opiáceos disminuyen las revoluciones de los intestinos y usualmente son causa de constipación. Como los alcaloides opiáceos retardan las secreciones biliosas y pancreáticas, la digestión de alimentos se hace más lenta. Los opiáceos retardan la secreción de bilis al constreñir los conductos de tal modo que aumentan la presión interior causando agudos cólicos. Otro aspecto desagradable de los opiáceos es que tienen una tendencia a causar náuseas y vómito. La cannabis no tiene ninguno de estos efectos.
Los opiáceos son mejor que la cannabis en un aspecto importante. Son más efectivos contra el dolor. La morfina es el bálsamo preciso para el inaguantable cólico producido por un calculo en los riñones o para el aplastante dolor de pecho de un ataque al corazón. Para estas condiciones la cannabis es demasiado débil. Pero su efecto analgésico relativo no es de ningún modo razón para el abandono de la cannabis por parte de la medicina moderna. Sirve en muchos casos como el de la jaqueca o el de los retortijones de la menstruación, donde la aspirina no alivia lo suficiente y los opiáceos son demasiado poderosos, además de que pueden ser causa de adicción. La cannabis podría tener un papel útil en el tratamiento de ambas dolencias.
Volvamos ahora a nuestra pregunta original: ¿Por qué ha sido tan descuidada la cannabis en los últimos años? Aunque las restricciones legales son en gran parte las culpables no pueden ser la única razón. Mucho antes de la marijuana Stamp Act de 1937, a fines del pasado siglo y principios de este, el empleo de la marihuana ya estaba disminuyendo.
Siempre se habían presentado problemas para recetar la droga. Es insoluble en agua y no se pueden aplicar en inyecciones intravenosas para que surta efecto mas rápidamente. Además, la demora para que comience a surtir efecto cuando se traga –una o dos horas– es mas largo que la de muchas otras drogas.
Aun mas complicada era la dificultad para conseguir remesas standard de cannabis durante el siglo XIX. Había variaciones de potencia entre las diferentes remesas, probablemente por que la cantidad de resina en las plantas varias según los grados de madurez, humedad, características del suelo, temperatura y época del año. Esto fue lo que hizo el empleo de la droga muy controvertido cuando se empezó a usar en la medicina europea. Por un lado, médicos de gran reputación la recomendaban como una especie de droga milagrosa. Mientras que otros, irritados por su fracaso en lograr los éxitos terapéuticos de sus colegas, se mostraban de acuerdo con la conclusión de Oliver según la cual la cannabis “a duras penas merece un lugar en nuestra lista de remedios”.[17] Es probable que estos “fracasos terapéuticos” simplemente resultaran de preparaciones débiles o inactivas. Esta variabilidad era conocida hasta por el mismo O’Shaughnessy, quien observó un deterioro considerable de la droga con el transporte de la India a Inglaterra, “pues había obtenido notables efectos en ultramar con el extracto de medio grano… y consideraba que un grano y medio era una dosis grande. En este país había recetado hasta diez o doce granos para que se produjera el efecto deseado”. Reynolds, cuya gran experiencia con la cannabis ya ha sido mencionada también conocida bien es falta de uniformidad: “La droga es tal, que por su naturaleza y las formas de administración, está sujeta a grandes variaciones de potencia… Los extractos no se pueden elaborar uniformemente, por el cáñamo cultivado en diferentes estaciones y regiones varia en la cantidad de sustancia terapéutica que contiene.”
Reynolds, un sabio y astuto clínico, también percibió otra dificultad, la variabilidad en la reacción de diferentes individuos a las mismas dosis de cannabis: “Los individuos varían ampliamente en sus relaciones con muchos remedios y artículos dietéticos en particular los de origen vegetal, tales como el té, el café, la ipecacuana… y la cannabis.”
A mediados del siglo XIX, sin embargo ninguna de estas dificultades parecía insuperable. Las variaciones de reacción individual y de potencia en las diferentes remesas de la droga se podía resolver fácilmente al recetar a los nuevos pacientes pequeñas dosis que luego podían ser gradualmente aumentadas. La demora de una o dos horas para que la droga empezara a surtir efecto podía tolerarse puesto que la cannabis no se emplea en situaciones de peligro mortal. Por esta misma razón no parecía problemático el hecho de que la cannabis no se pudiera disolver en agua o ser inyectada intravenosamente.
La introducción de nuevas drogas sintéticas fue tal vez lo que causó la decadencia de la cannabis. Un factor preponderante fue la introducción de la jeringa hipodérmica en la medicina norteamericana. Esta facilitó el empleo de drogas opiáceas solubles en agua y de acción rápida, práctica que se generalizó cuando numerosos heridos de la Guerra Civil fueron tratados con morfina intravenosa. Aunque el peligro de adicción a los opiáceos es harto conocido desde la antigüedad, los médicos lo ignoraron cuando se les presentó el conveniente recurso de la morfina inyectable. Esta adicción se extendió tanto entre los soldados que la habían recibido para sus heridas que llegó a llamársela, después de la Guerra Civil, la “enfermedad de los soldados”.
Unos pocos médicos prudentes advirtieron lo que pronto serían trágicos resultados de este atolondrado empleo de la morfina. Mattison, en 1891, le recordó estos problemas a sus colegas y recomendó el empleo de la cannabis: “Por su deseo de obtener efectos rápidos, se hace tan fácil el uso de esa perjudicialidad droga moderna, la morfina hipodérmica, que (los jóvenes médicos) tienden a olvidar los resultados remotos de la administración indiscriminada de la morfina. Ojalá que la sapiencia que han heredado de sus mayores profesionales… les sirva para evitar el remolino de los narcóticos en el que tantos pacientes se han ido a pique.” En cambio pensaba que “Mi experiencia confirma lo siguiente: la cannabis indica es un calmante e hipnótico seguro y efectivo.”[18]
Fuera del empleo creciente de la morfina, los nuevos analgésicos sintéticos como la aspirina y los nuevos tranquilizantes y píldoras para dormir como los barbitúricos y el hidrato de cloro reemplazaron gradualmente la cannabis. Naturalmente que como la morfina estas nuevas drogas, a pesar de ser mas efectivas que la cannabis, también tienen sus inconvenientes. La aspirina parece ser un calmante menos potente que la cannabis y carece de sus efectos sedantes. Los barbitúricos naturalmente, se prestan al habito. Y lo que es peor, la dosis mortal de barbitúricos es tan peligrosamente cercana a la dosis terapéutica que estas drogas son el medio químico mas empleado para suicidarse. Quienes las usan sin discriminación para descansar de noche, aunque no sean adictos, a menudo mueren accidentalmente por dosis excesivas o por la acción sinérgica de los barbitúricos y las bebidas alcohólicas. Es muy instructivo comparar, como lo hizo el doctor T. Mikuriya, la producción entre las dosis mortales y efectivas del Seconal, el alcohol y el THC puro. Esta producción, llamada el “factor de seguridad” de las drogas, es de cerca de diez para el seconal y el alcohol, y de cuarenta mil para el THC.
Resumamos: la cannabis fue desechada por la medicina por diferentes causas. La principal fue la variabilidad de potencia en la droga, debida a las variaciones en el contenido de THC de diferentes plantas. Otras razones fueron su insolubilidad, la lentitud de su acción después de ser ingerida y también el uso creciente de la morfina, la aspirina y los barbitúricos. El caso se cerró cuando la cannabis se volvió prácticamente inconseguible como resultado de la Marijuana Stamp Act de 1937.
Sin embargo algunas de esas objeciones al empleo medico de los extractos de cannabis podrían resolverse pronto a nuevas investigaciones. Desde que aisló y sintetizó el delta-I-tetrahidrocannabinol en 1964, se ha demostrado que este ingrediente activo puro reproduce con bastante fidelidad los efectos conocidos de la cannabis. Puede ser administrado en su forma pura y en dosis calculables con resultados previstos.
Mas interesante aun es la posibilidad de desarrollar variaciones de la molécula de THC que puedan conservar selectivamente algunas de las propiedades de la cannabis. No se trata de especulación pura. Recientemente, Sim ensayó varias de las variantes de la molécula de THC con seres humanos.[19] Una de esas hace bajar notablemente la presión arterial y produce pocos, o ningún cambio mental. Sim sugirió que esta droga puede ser útil para pacientes con la tensión arterial alta. O’Shaughnessy sugería en su informe original que la cannabis podía emplearse contra lo que probablemente eran casos de tensión arterial alta. En la actualidad hay varias importantes compañías de drogas norteamericanas que trabajan febrilmente en la síntesis de variantes del THC con el fin de desarrollar drogas útiles en la medicina. Esta actividad, por supuesto, prosigue a pesar de que oficialmente la cannabis sea considerada como una “droga peligrosa”.
[1] O’Shaughnessy, W. B. Trans, Med. Phys Soc., Bengala, 1838-1840. P. 71.
[2] Aulde, J.: Ther. Gazette
[3] Hare, H.A., y Chrystie, W.: A System of Practical Therapeuties. Lee Brothers, Filadelfia, 1892, vol. 3.
[4] Wood, H.C.J.: Treatise on Therapeutics, 6ª Edición, J.B. Lippin-cott and Company, Filadelfia, 1886.
[5] Reynolds, J.R.: The Lancet, 22 de marzo, 1890, p. 637.
[6] Letter from London: The Lancet, 3 de diciembre, 1887, p. 732.
[7] Here, H.A.: The Gazette, 11:225, 1887.
[8] Brown, J.: Brit. Med. J., 26 de mayo de 1883, p. 1002.
[9] Batho, R.: Brit. Med. J., I: 1004, 1883.
[10] Birch, E. A.: The Lancet. 30 de marzo, 1889, p. 625.
[11] Allentuuck, S., y Bowman, K.: Amer. J. Psych., 99:248, 1942.
[12] Adams, R.: Bull. N.Y. Acad. Sci., 18:705, 1942.
[13] Thomson, L., y Proctor, R. C.: North Carolina, Med. J., 14:520, 1953.
[14] Douglass, J.: Edimburgh Med. J., 14:777, 1896.
[15] Loewe, S., y Goodman, L.S.: Fed. Proc., 8:285, 1949.
[16] Davis, J.P. y Ramsey H.: Fed. Proc., 8:285, 1949.
[17] Mattison, J.B.: St. Louis Med. Surg. J., 61:265, 1891.
[18] Mikuriya, T.: New Physician, noviembre de 1969, p. 902.
[19] Si,, V.: Psychotomimetic Drugs, editado por Efron D.H.: Raven Press, New York, 1970, ‘. 332.