lunes, julio 25, 2011

Murdoch, el depredador del libro literario

Hoy se habla mucho del magnate de los medios Rupert Murdoch; el inventor del periodismo basura, que es una versión 2.0 del periodismo amarillista de Randolph Hearst. Con un poco de suerte su sombrío reinado en los medios de comunicación perderá alguna importancia y algunos cientos de millones de euros. Pero, en este mundo de pragmatismo político donde los poderosos solo se sienten seguros con canallas pares, Murdoch sobrevivirá.

Sin embargo vale la pena recordar el papel que ha cumplido este sombrío personaje en el mundo editorial. El fue el que tiró del hilo clave para que el mundo de la edición de libros se transformara. De modo que pasó de ser un territorio donde la publicación de best sellers compensaba la publicación de libros de arte con menor venta, a un negocio donde solo vale la publicación de best seller y cuando se arriesga se hace por pagar favores políticos. Él puso las reglas que hoy rigen a las grandes empresas editoras. Básicamente lo hizo porque aplicó al negocio editorial los criterios corporativos de alto rendimiento que le permitieron expandir su imperio de medios de comunicación. Para crecer hay que ganar dinero y para ganar dinero hay que dejar de lado los escrúpulos.

La historia la cuenta con amplitud André Shifrrin en sus libros La edición sin editores y Una educación política. Y a ellos remito a los interesados.

Lo cierto es que Murdoch gracias a su espíritu empresarial de tiburón corporativo, es uno de los grandes depredadores del libro literario. Su idea básicamente consiste en concentrarse en la venta de libros dirigidos a las personas que no leen; que a lo sumo ojean los libros y en todo caso les interesan unos temas que están más cerca del periodismo basura que de la literatura y las bellas letras. Son los libros de famosos y sobre famosos. Que son famosos porque aparecen en las revistas y porque escriben libros sobre ellos mismos, en una suerte de endogamia mediática, de modo que ellos mismos terminan siendo el mensaje.

El retrato robot de un autor de estos es más o menos así. Una periodista que transmite noticias gana notoriedad por su voz y su figura. Gracias a esa condición se convierte en candidata a escribir un libro, no importa sobre qué, con tal de que ella lo firme. Y así se hace. El libro puede ser sobre sus experiencias románticas, sus mejores recetas de cocina o sus consejos de belleza. Publicar esta clase de libros siempre ha sido normal, lo anormal es que solo se publiquen este tipo de libros y que, además, cuando tienen algún rasgo imaginativo se nos quiera vender la idea de que son la "nueva" literatura.

Por fortuna a toda acción le surge una reacción. Los grandes grupos editores compiten entre sí por la venta del libro basura. Pero hay una opción, la del mercado que históricamente perteneció a la editoriales literarias, el de los lectores que leen los libros que compran. Esa franja está siendo ocupada por pequeños sellos independientes que están atendiendo el gusto y los deseos de los lectores reales. André Shifrrin en Estados Unidos dirige uno de estos. En España también se han fundado algunos. Los autores de prestigio poco a poco comienzan a migrar hacia ellos. Son empresas que funcionan bajo el principio básico con el cual funcionó la industria, que se puede vivir con utilidades marginales del 4 o del 8 por ciento para poder, de esta manera, arriesgarse a publicar libros que no siempre estén destinados a las superventas.

En Colombia el fenómeno de respuesta comienza echar raíces. Cada vez más las editoriales agrupadas alrededor de REIC son la semilla de una nueva industria editorial colombiana. Lejos, muy lejos de las premisas defendidads por los escualos empresariales comandados por Rupert Murdoch y que entre nosotros cuentan, para manejar el negocio, con algunas rémoras.

viernes, julio 22, 2011

Gentecita del montón por Esteban Carlos Mejía

Gentecita del montón es una obra irrepetible en (la historia de) la literatura colombiana. Retrata una época que, como tantas, ya no existe, y habla de un país que hace rato dejó de existir, y nos cuenta un mundo que dejó de ser ilusión para volverse recuerdo o ficción.
Escritos con todas las vísceras, repletos de pasión y método, estos textos relatan aventuras y desventuras sin sentido o, mejor, con un sentido oculto, con el errático sentido de la experiencia, de lo que vendrá, de lo que ha sido y no volverá a ser. Seres casi inmateriales (jipis, gringos marihuaneros, un par de lesbianas españolas, vagos al rebusque, fracasados, adolescentes en trance de inmortalidad) a los que la existencia zarandea no sin severidad, con injusta falta de equilibrio y de sosiego, logran sobrevivir, escapar y ser felices, a sabiendas de que la vida, al igual que las cosas, tampoco tiene sentido, es un túnel sin salida, un socavón a la nada. Por eso, sus historias nos resultan tan íntimas, tan cercanas, tan personales.

Estos cuentos son, qué duda cabe ahora, una anticipación de (la literatura de) otro Roberto, el entrañable Roberto Bolaño: engañosos y patéticos apocalipsis, uno encima de otro, narrados con talento y oficio en un álbum de “gente extemporánea” y de “tipos solitarios y perplejos.” En cada página de Gentecita del montón flota la punta de un iceberg, a lo Papá Hemingway, con elegancia y sobriedad, dejándonos ver apenas lo imprescindible, lo inevitable. Es, como ya dije, una obra que no se repetirá. Y que, por lo demás, no se olvidará.

Esteban Carlos Mejía

viernes, julio 15, 2011

Los cuentos de Julio Paredes

Julio Paredes ha publicado cuatro libros de cuentos y dos novelas. Es un excelente traductor y un tipo que piensa en su oficio. Es decir un escritor consciente de sus herramientas y de cómo usarlas. El mas reciente de sus libros, Artículos propios, resume ese oficio en doce cuentos que tienen varios aspectos en común.

Estos cuentos fueron escritos pensando en el conjunto del libro sin olvidarse de la calidad individual de cada uno. La colección está unificada con la idea de que cada cuento gire en torno a un objeto cotidiano, "personal". Sin embargo, puede decirse que este recurso es común a muchos libros de cuento. Lo que realmente crea la unidad de este libro es que es el producto de una voz narrativa reposada y que sabe lo que quiere. Son historias narradas bajo una perspectiva femenina. A veces la voz narradora es femenina y cuando esto no es así el centro de atención del cuento está puesto en una mujer. Esto es algo que el autor quiere hacer notar desde los epígrafes: son siete, firmados por autoras de diferentes épocas.

Pero hay otras conexiones subterráneas. Uno siente que estos cuentos dejan un sedimento fuerte e inexplicable. Es decir aunque son cuentos escritos con la experiencia y maestría de uno de los grandes cuentistas colombianos; aunque respetan el género del cuento como el que más, sus personajes y situaciones, precisamente por eso, esconden el contenido que podría dejar un relato de más largo aliento. Es decir nunca mejor dicho que todo lo que oculta un cuento bien logrado (contar más de lo que se incluye en el texto) se refleja en cada uno de estos doce cuentos. A ello contribuye en gran parte sus finales más o menos abiertos, más o menos sugerentes, que dejan latiendo el corazón de la historia mucho tiempo después de haber terminado su lectura.

Paredes violenta un poco la forma del cuento objeto para entregar una construcción con mayor profundidad; cada cuento deja la sensación que produce una buena novela. Así de intensas son sus historias.